Todo comenzó en aquel instante cuando nuestras manos jugaron juntas al amor. Desde aquel momento, todo cambió. Nuestros dedos se abrazaban, se querían y se besaban; aunque nuestros labios no se juntaron, mis dedos y los tuyos si lo hicieron. Se entregaron a nuestros instintos, mientras nosotros racionalizábamos un tanto aquel momento, limitándonos a caricias mutuas que sin duda fueron hermosas.
Todo cambió, ya no nos mirábamos como antes, ya no nos relacionábamos como antes. La pasión de nuestras manos trajo consigo complicidad para nosotros. Es solamente cosa de tiempo, ya es inevitable que nos entreguemos a nuestros instintos tal como lo hicieron nuestras manos y sus dedos esa noche.