Tú.

Eres hermosa ¿lo sabías? Yo creo que sí, y te haces nomás, seguramente más de una persona te lo ha dicho; por último, acá me tienes diciéndotelo. Tienes una voz encantadora, agradable de escuchar por todo un día. Tienes una cara de muñeca, que notablemente va en contra de los años que tu carnet establece; nunca es malo echarle una miradita al carnet. Tuya es esa mirada que expresa sentimientos, con unos ojos que hacen parecer ponerse de acuerdo con tu boca para sonreír, pues tu mirada también se ríe, y al hacerlo, entregan una luz que tú nomás posees, que solamente tú eres capaz de generar y entregar; y eso hacen tus ojos al sonreír.Unas suaves manos que se hacen imposibles de no tomar; de acariciar sus cinco dedos; recorrer con mis propios dedos tus manos es un verdadero viaje de placer, donde éstas, bellas y pequeñas sirven de hermosa guía. Pues poquitas palabras para tratar de describiste, las cuales no alcanzan tal propósito; tampoco lo harían las todas existente en un diccionario de la RAE, faltarían muchas más. Eres lo máximo.


¿Cómo entonces no quererte? Aún no lo sé; y si sabes cómo hacerlo, por favor no me lo cuentes.

Siempre miró en blanco o en negro. Algunos de esos dos colores tenía que ser. Trató de pensar en el blanco, pues blanco es lo que él siente por ti. Le temía al negro como nunca le ha temido a algo. Ambos definirían lo que fue, pues claro, de manera demasiado opuesta, mal que mal se trata del blanco y negro.

El blanco fue ilusión, una mala interpretación. Hacer suyas palabras que no eran para él. Percibir emociones que no eran enviadas hacia él. En cambio el negro se hacía tan evidente, pues se iniciaba desde ese algo que en blanco mal interpretó, pero que se reafirmaba en las acciones, actitudes, miradas, gestos, etc. Aún así, hizo que el blanco permaneciera en él; era esperanza, y ésta como dice el cliché, es lo último que se pierde.

Y así comprendió que fue parte de algo al que nunca perteneció: tu vida. Quizás está concluyendo en un extremo opuesto, pero es lo que siente. Quizás no sea así, pero es lo que ve, y asegura que no es agradable sentir lo que siente; no es para nada confortable pensar que prácticamente fue nada, o más bien fue un intento que en nada quedó; lo dice para que no se crea que lo que hace es por gusto, como algún tiempo se pensó que fue su pena… una mierda.

Y él lo sabía, era blanco o negro, y eso que el silencio en ustedes reinó. Bien se sabe lo perceptivo que él es, y del detalle saca la conclusión. Espera de todo corazón, pues aún él te quiere, que esa persona sea capaz de quererte como lo hace él, porque simplemente te lo mereces, por lo hermosa que eres. Perdón por todas las rabias, pero comprende que en él tú aún permaneces. Él te desea lo mejor, suerte en todo, y que esa persona te quiera; juégatela.


¿Cuánto durará esta ira de Cupido? Pues mi hermosa Dafne, que ya no eres mía y nunca lo fuiste, tu alejamiento no se debe a nuestras libres circunstancias, sino más bien a la ira de Cupido ¿sabías aquello? Pues yo te lo cuento, mas mediante esta carta, debido a que la salvaje cólera del hijo de Venus provoca tu distancia.


Soberbia mía es la culpable, lo sé, por mirar alejado de la humildad el arco encargado del amor, el arco de aquel dios. Dos destinos éste nos entregó bella Dafne, opuestos entre sí; el tuyo huir será, mas el mio buscarte es. Son las consecuencias de sus flechas, que comúnmente unen; nuestros orgullos las obraron distintas, y distinto también son sus efectos en nosotros.


¡Oh Dafne la Paneia! Desde aquel castigo yo quiero más, pero tú huyes. ¿Se podrá contra lo que Cupido nos ha preparado? Pues te quiero, y por quererte soy capaz de seguir esperando. Huyes de mi como si yo fuese tu enemigo ¿no ves lo que siento por ti? ¿Tan poderosas son las flechas cargadas de orgullo que Cupido nos dio? Pues te lo digo ¡no sabes de quién estás huyendo! Conóceme te lo ruego. El tiempo nos ha dado respiro, pero éste hoy me persigue. ¿Qué esperas para terminar tu huída Dafne querida? No pretendas convertirte en un laurel, pues a ésta también querré.


Sabemos hermosa mía, que tú no eres Dafne y yo tampoco Febo, pero en honor a ellos te seguiré persiguiendo. En ese sentido, en el del escape, eres igual a la bella Dafne.


Apolo, el Posmoderno.

El que se publicó (lo pueden ver en la edición digital de ese día):




El original:

Uso de la historia

Señor director


Con una pena enorme me enteré mediante una carta enviada por Gonzalo Serrano del Pozo a La Tercera, que nuevamente se haría uso de la historia para intereses estatales. No es coincidencia que tanto en Perú, Bolivia y Chile se le enseñe a los jóvenes escolares visiones tan alejadas entre sí sobre la Guerra del Pacífico, por ejemplo. La respuesta es clara y categórica: se usa a la historia para justificar diversas demandas (Bolivia y Perú) o se la usa para refutarlas (Chile). Pues como vemos, el uso de la historia por parte del Estado no es tema nuevo.


La historia (como disciplina) está llena de mitos, y es exactamente lo que provocan las intervenciones estatales dentro del estudio del pasado. Arturo Prat se transformó en uno inmediatamente después de su acto, y de gran utilidad le sirvió al gobierno de turno para aumentar el contingente militar; otros demoran más tiempo, como es el ejemplo de Eduardo Abaroa, quien se encuentra al nivel de Prat pero en Bolivia, y fue llevado a ese sitial décadas después de la guerra del pacífico, cuando al gobierno le urgía encontrar un elemento de unidad nacional; que mejor que un héroe nacido en Bolivia (recordar que tanto Simón Bolivar o Antonio José de Sucre son héroes extranjeros).


Claro ejemplo es la Metahistoria. ¿Qué otra cosa fue la serie "Héroes" de Canal 13 y lo es ahora "Los Grandes Chilenos" de TVN, sino un ejemplo de lo anterior? El rol de conocer y comprender el pasado en estos programas pasan a segundo plano, lo que tiene relevancia es argumentar la idealización que se fabrica alrededor de los diferentes personajes en cuestión, argumentando el calificativo de héroe o el de gran chileno. No obstante, tampoco se debe pretender una historia objetiva, pues ésta no existe. Lo que se pide a gritos es que ¡dejen de abusar de la historia!


Mauricio Rivera Arce.

Mi vela.


Deformada por la cera que después de derretida se ha solidificado y a su alrededor se ha depositado, dándole una extraña forma, muy distinta a la original. Vela, que has estado encendida tanto tiempo ¿cuándo te apagarás? No han importado tantas cosas, sigues obstinadamente encendida. La decepción no pudo, pues sigues encendida; la desilusión que llegó desilusionada se marchó, sigues encendida; el llanto vino a probar límites, sigues encendida; el sufrimiento quiso hacer lo suyo también, mas sigue encendida. No por inercia, esperanza dicen que es. Nada le importa, sólo seguir encendida hasta que su mecha, que infinita parece, diga basta. Nada ha podido soplar lo necesario para hacer desaparecer esa llama que eterna es. Ni el duro frío de un corto otoño y la de un entero invierno, sigues encendida.


El fuego avanza por la mecha, y derrite la cera ¿son éstas infinitas? Nada es realmente importante, ni tu propia existencia, sigues encendida. ¿Por qué lo haces? ¿Qué esperas manteniéndote encendida, yendo contra tu propio yo? Dime qué esperas ¿o acaso piensas que una vela enciende otra vela? Pues bien, eso es cierto ¿eso buscas? ¿Querer encender esa vela? ¿Te has preguntado si aun existe? ¿La has visto, para pretender volver a encenderla?


¡Oh vela querida! Tantas preguntas en el aire, con respuestas perdidas que ni tu ni yo podemos responder por sí solos. ¿Qué hacemos? Me importas, eres mi vela, y lo que te pasa a ti me pasa mí, eres gran parte de mi yo. Si encontramos esa vela, no tengas dudas que acercaría tu flama a esa mecha que está fría, a esa vela que queremos encender, pero ¿se alejará, diciéndonos que no quiere ser encendida? Me han dicho que es mejor morir de pie que vivir de rodillas ¡pues eso hacemos hermosa vela! ¡Eso resume nuestro contexto existencial! ¡Estamos viviendo de rodillas! Pues levantémonos, y si vamos a morir, que sea de pie. Intentémoslo, pues una vela enciende otra vela.

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Foto de las velitas sacadas por mí, en un oscuro 11 de septiembre.


Maldito silencio.


Y ya parece que somos uno. Nunca me has gustado, pero pareciese que siempre hemos estado juntos. No me agrada cuando eres mio, pues no puedo disfrutar de lo que quiero comunicar, y necesito más que nunca hacer llegar tantos sentimientos. Eres maldito sinónimo de maldita pasividad ¡cuando este sentimiento es acción, es movimiento!


Maldito silencio ¿cuándo será el momento en que te calles? Tu voz me causa dolor de cabeza; tu ruido no me deja dormir; tu sonido me quita la paz. Quizás estoy equivocado y no hay vuelta atrás independiente de tu existencia, pero creo que el día en que tú dejes de hablar la esperanza florecerá. ¿Puede ser eso posible? Con voluntad llegará ese momento, sólo yo, o ella, puede lograrlo; pues te invito a intentarlo, te invito a gritar más fuerte que este maldito silencio que sólo de orgullo sabe, y así juntos volver a besar.

Un secreto.

Mi máxima habilidad me regala la mayor de las tristezas. Me gustaría ser tonto, y no darme cuenta de las cosas que a escondidas suceden. ¡Toda grita por su lógica!

La mesa está preparada para el tercer invitado; hermosa es su superficie; lindo el mantel que lo cubre, mas su interior devorado por temitas se encuentra.

¡Un recuerdo! ¿Qué cosa más relativa? Lo guardo en un baúl; tú en un cementerio. Todo y nada a la vez ¡Qué estupidez! Cambiar su relatividad me parece buena alternativa ¡pero no se puede!

Te contaría mi secreto, ¡qué secreto! Lo he gritado a los cuatro vientos. Pero una vez más, una vez menos, que más da.

¿Lo quieres saber? Mi máxima habilidad me habla de que no te interesa… ¿se entiende ahora la tristeza?

¡Por qué lo hiciste!

No lo podía creer. Se preguntaba a cada instante: “¿Por qué lo habrá hecho?”. Se trataba de un asesinato. Gran impresión se llevó cuando se encontró con el cadáver, o más bien cuando no se encontró con lo vivo, pues para matar lo que estaba matado, se tiene que desaparecer. Pues bien, ya no estaba. “¿Por qué lo mató?” se seguía preguntando. Pensó que ya nada lo podía sorprender de ella, ni tampoco de él; ya habían pasado por muchas niñerías, pero esto… “¡esto no tiene nombre!” gritó.


Estaba absolutamente decepcionado. Quería demasiado lo asesinado, mas no a la asesina. Pensó en llamar a la justicia; “pero qué más da” –razonó–, “sí ésta sería incapaz de devolver lo fallecido”; era lo que le interesaba, pues la suerte de la que se atrevió a matar poco le importaba.


Se trata de un crimen muy particular, es exactamente eso lo que tiene al pobre joven tan shockeado, pues nunca se imaginó que aquello podía acontecer. Y trató de llorar, no pudo; ya no se trataba de pena por querer algo, sino más bien de rabia porque mataron a un querido; ya no volvería, y al pasar la rabia, vendrá la pena.


“¿Se podía caer tan bajo?” le comentó a alguien que pasaba cerca suyo. “Pues claro, hay crímenes que son más graves que éste ¿pero no le parece impresionante cómo se puede terminar con algo de aquellas características? ¿Cómo se puede lograr? ¡Tan cagada está la gente moderna!”. Se sentó en la vereda, miraba para todos los lados intentando encontrarlo, pues si lo hacía estaba vivo. Nada. Se hundió en su mente y pensaba en todos los crímenes que había visto; en los esposos que matan a sus señoras, en los enfrentamientos por proteger el orden público, donde han muerto “delincuentes” y “pacos”; la violencia juvenil; el maltrato animal; daneses matando cientos de cetáceos; japoneses haciendo lo propio; pobre víctimas que sufren por la incomprensión existente entre cúpulas de poder, y cientos de otros tipos de crímenes que ha ido conociendo en su corta existencia. Pero esto, era insólito, y gritó más fuerte que nunca: “¡SE HA MATADO UN RECUERDO!”.

“When I look into your eyes I can see a love restrained” se escuchaba en su mente. Pensaba muchas cosas; obviamente que en eso también, en su constante en el último tiempo. Estaba cómodamente sentado; se ganó aquel derecho después de haber empujado bien empujado. “But darlin' when I hold you Don't you know I feel the same” sonaba, nada le llamó la atención, sólo una niña que lloraba porque su madre no le compró un dulce que se subieron a vender; él también alguna vez lloró por lo mismo. Cuando movió su vista se encontró con ella; unos ojos hermosamente celestes; una profundidad de mirada que sólo veía cuando en el espejo reflejaba su propio rostro. Sí, era un tanto narcisista. Se puso nervioso, ambos se pusieron nerviosos; ambos movieron la cabeza imponiéndose mirar hacia otro lado. En su mente estaban aquellos ojos,“'Cause nothin' lasts forever”; concluyó en seguir mirándola. Trató de alcanzarla con el reojo, y notó que ella no lo miraba; se atrevió a clavar su vista en ese cielo celeste. La miró unos segundos y pensó que la perfección existía. Pues bien, su rostro era perfecto. Sabía que era un pensamiento superficial, pero era lo que le conocía: su ilimitada belleza. La miró y la miró, cuando los ojos de ella se juntaron con los de él. De nuevo el nerviosismo se apoderó de ambos, mas no rompieron aquella naciente complicidad. “An no one's really sure who's lettin' go today”; él le regaló una sonrisa y ella se la devolvió sonriendo, y comprobó que la perfección en sí no existe, pues ésta se perfeccionaba. Aquella mirada se perfeccionó con su sonrisa. El nerviosismo aumentó, y no aguantaron: retiraron la recíproca mirada. Él observaba feliz a la nada, y le llamó la atención esa fugaz y espontánea complicidad que era capaz de crear. Volvió al reojo y ahí estaba ella, con sus ojos fijos en él. Algo le sacudía por dentro. Con una nerviosa sonrisa la miró, y al mismo tiempo volvieron a mirar para otro lado. Pensaba en lo genial que resultaba que la mirada de ella tuviese parada obligada en sus ojos. Y así a cada rato, a cada instante y segundo se miraban y dejaban de mirar. Nerviosismo se repetía, pero un nerviosismo rico, agradable, un nerviosismo coqueto, de esos que gusta sentir. De nuevo se esuchaba, a lo lejos de su mente, donde ya no estaba la atención, un “'Cause nothin' lasts forever”. Que razón tenía, pues se separaron.

Sin título.

Y se retiró. Cada apuesta que hacía era una derrota; cada camino que proyectaba era el erróneo; cada razonamiento era una falacia; cada futuro pensado, a la hora de hacerlo presente, era una simple ilusión. ¿Qué más podía hacer? Le tocó saborear la derrota por primera vez. No lo quería aceptar, siempre guardó esperanzas. Al caballo que le depositó su dinero y que ganaba seguro, pues algo pasó; se fatigó dicen sus amigos. Y se retiró, a casa dicen sus más cercanos. Decepcionado, desilusionado. Había llegado con tantas expectativas; pues nada, a casa se iba con las manos vacías.

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