¿Cuánto durará esta ira de Cupido? Pues mi hermosa Dafne, que ya no eres mía y nunca lo fuiste, tu alejamiento no se debe a nuestras libres circunstancias, sino más bien a la ira de Cupido ¿sabías aquello? Pues yo te lo cuento, mas mediante esta carta, debido a que la salvaje cólera del hijo de Venus provoca tu distancia.


Soberbia mía es la culpable, lo sé, por mirar alejado de la humildad el arco encargado del amor, el arco de aquel dios. Dos destinos éste nos entregó bella Dafne, opuestos entre sí; el tuyo huir será, mas el mio buscarte es. Son las consecuencias de sus flechas, que comúnmente unen; nuestros orgullos las obraron distintas, y distinto también son sus efectos en nosotros.


¡Oh Dafne la Paneia! Desde aquel castigo yo quiero más, pero tú huyes. ¿Se podrá contra lo que Cupido nos ha preparado? Pues te quiero, y por quererte soy capaz de seguir esperando. Huyes de mi como si yo fuese tu enemigo ¿no ves lo que siento por ti? ¿Tan poderosas son las flechas cargadas de orgullo que Cupido nos dio? Pues te lo digo ¡no sabes de quién estás huyendo! Conóceme te lo ruego. El tiempo nos ha dado respiro, pero éste hoy me persigue. ¿Qué esperas para terminar tu huída Dafne querida? No pretendas convertirte en un laurel, pues a ésta también querré.


Sabemos hermosa mía, que tú no eres Dafne y yo tampoco Febo, pero en honor a ellos te seguiré persiguiendo. En ese sentido, en el del escape, eres igual a la bella Dafne.


Apolo, el Posmoderno.

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