Por qué hay muchos, pero el cómo suele ser siempre, o normalmente, del mismo modo. Hay sonrisas naturales y otras forzadas, fingidas. Sonrisas leves, y otra con una extremada fuerza, con una extraordinaria capacidad de contagio.
El acto en sí, es la contracción de músculos que están en la cara, por el sector de la boca. Para lograrlo, tiene que mirar fijamente el objeto o motivo por el cual su encéfalo da la orden de contraer dichos músculos. Tiene que estar concentrado, pues si retira la mirada de la fuente que lo inspira para la sonrisa, el proceso de sonreír puede fracasar. Una vez logrado lo anterior, ya cuando nuestro cerebro da las órdenes respectiva a los diferentes músculos de la cara que son partícipe de tan bello acto (que según Swmi Sivananda, sólo necesita de quince músculos), nuestra boca, nuestros labios, tomarán una forma de media luna. La pronunciación de ésta dependerá de la fuerza e intensidad de la sonrisa. Podemos lograr sonrisas donde ambos labios no se separan, permanecen juntos, y otras donde la boca tiende a abrirse completamente, dejando escapar los sonidos de los sentimientos, algunos toscos, horribles, finos, bellos y hermosos, todo dependerá de quién venga.
Puede parecer un tanto complejo, pero no lo es, siempre cuando todo el proceso tenga un origen natural, pues si tratamos de forzar una sonrisa, nos podemos complicar y comprometer.
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(*): Lo anterior nació después de la opuesta inspiración que me provocó "Instrucciones para llorar", de Julio Cortázar. Tómelo, está en todo su derecho, como un vil plagio, pues yo lo tomo como un homenaje.
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