Hola.

Sacaba mi pase escolar mientras subía las dos escalas de la micro, cuando noté que el chofer me miraba, entonces mi reacción fue un simple: “hola”, al cual él respondió con un mismo simple: “hola”. Y sonreí.

Bajé rápidamente las escalas del metro, corrí hacia el torniquete para los escolares; veo al guardia y con mucho gusto le dije: “hola”, y él un poco más retardado, pues miraba la foto de mi pase, para ver si de verdad me pertenecía, me dijo: “hola”.

Crucé cuando el semáforo tenía esa seudo figura ser humana verde que indica “avanzar”; veo mi celular para consultar la hora y me di cuenta que iba un tanto atrasado y apuré la marcha; cruzo el portón de la universidad y ahí había un guardia, me pausé, lo miré y le dije: “hola”; él, con un movimiento de cabeza y con una sonrisa en su rostro me contestó: “buenos días joven”.

Llegué al departamento y saludé a todos mis compañeros con unos múltiples “holas” y con unos ricos besos en la cara y unos enérgicos abrazos, todo bien.

Toqué la puerta y la abrió mi madre, a la cual le di un beso en la mejilla y le adjunté un “hola”; ella me lo respondió con un fuerte abrazo.

Y continúo la rutina de siempre, hasta que encuentro algo que la cambia, esas cosas que hacen reflexionar. Era un saludo, el cual me hizo evocar muy buenos recuerdos, pero al rato me hizo pensar las tantas veces que la he, como se dice ahora, “vendido”. Así es ¿cuántas veces tuve seguro algo y por mis actitudes terminé mandando todo a la mierda?

Y fui recordando una a una las situaciones, y las conclusiones en toda era la misma: mi culpa, mis actitudes, mis indiferencias, mis desencantos por huevadas ínfimas, mi incomunicabilidad, que como muy bien dice Sartre, se convierte en la fuente de la violencia, la cual se materializa en mandar los lazos, las relaciones (por muy poco desarrolladas que estén algunas, la gran mayoría), a la mierda.

Al rato, después de madurar aquel pasado que se recuerda, se me vinieron a la mente todas las personas que saludé en el día, y a las de ayer y antes de ayer, a las personas que saludaré mañana y pasado mañana (si es que mi existencia aún es tal), y pensé que si ellos conocieran un poco estas conclusiones, podían decir en conjunto, tanto chofer, guardia del metro, amigos, guardia de la universidad, familiares, etc. en fin, mis circunstancias, que saludaron a la persona más conchadesumadre que existe en el planeta ¡tengo una capacidad para volver negro lo más hermoso que no la tiene nadie! Eso es ser, lisa y llanamente, un conchadesumadre.

Y si leyó esto, puede decir tranquilamente, que leyó al más conchadesumadre que puede llegar a existir.

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