Mi ventana.


Los ojos me pesaban. Abrí la cama y me eché después de apagar la luz y prender la televisión. Tomé mi vaso de bebida, y lo dejé en el suelo, a un lado de mi cama, a la altura de la cabecera. Mi cuerpo estaba ladeado hacia donde estaba el televisor, al cual no le prestaba atención. Entre tantos pensamientos, giré hacia el otro lado, donde está la pared junto a mi cama, y noté que en la ventana que se encuentra arriba, siempre pegada en la pared y sirviendo como entrada del exterior a mi pequeño cuarto, se podía ver la luna.


La ventana no es grande, sólo deja ver una diminuta porción del oscuro cielo de la noche, pero en un instante, cuando comienza la madrugada, el pequeño astro se asoma por tan minúsculo umbral.


Es hermoso. Estar tirado en la cama, con la cabeza apoyada en la almohada mirando a la hermosa Luna que se deja ver por mi ventana. Pegado me quedé observándola, su tenue luz me llegaba al rostro. Ya no me pesaban los ojos, pues éstos tomaron energía de aquellos suaves rayos de luz. Asimismo, éstos sólo querían presenciar el hermoso espectáculo, que parecía hecho para nosotros.


Y lo gozamos. Pero con el pasar del tiempo la Luna iba desapareciendo de la pequeña parte del cielo al cual tenemos acceso desde mi cama, pues la Luna en el cielo se mueve. Ya sólo se veía el triste oscuro cielo, con un par de nubes, las cuales se veían grises por la misma noche. ¿Volverá la Luna a nuestra cama? Cerré los ojos y dormí.


Los ojos me pesaban, y me eché en la cama mirando al techo. De pronto, y de reojo, observé algo brillante hacia mi izquierda. Ahí estaba, la misma Luna que visitó mi cama la noche anterior, lo hacía nuevamente.


Y lo volvimos a gozar, yo y mis ojos aquel momento, pero sin querer saber que de nuevo se trataba de un momento.

1 Comment:

  1. Jaime_guachin_10 said...
    Me pasó algo similar buen blog amigo,,

    muy bien escrito.

    Sensaciones parecidas.

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