Como a Eloísa

Creo que te pasa lo que le sucedió, supuestamente, a una mujer del siglo XII; “sigues obsesionada, en el corazón mismo de las devociones, por el recuerdo de la voluptuosidades perdidas”. Es así como Georges Duby, medievalista francés, analiza lo que le ocurre a Eloísa. Ella se amó con Abelardo, el gran intelectual de su época; y de ese amor quedaron cartas, las cuales el historiador pone en duda en cuanto aceptar si fueron escritas por Eloísa. Más bien plantea que son cartas que cumplen la función de un exemplum: mostrar la moral a seguir.; por tal efecto, plantea el gran medievalista, es probable que fuesen escritas dentro de las murallas de algún monasterio de aquel entonces, y no precisamente de la mano de Eloísa, siguiendo órdenes de sus sentimientos. Contar la historia no es tan necesario, sólo mencionar que la pasión que de ella se originó ya no podía vivir en Abelardo, pues el tío de Eloísa, Fulberto, lo mandó a castrar. Es así como Duby interpreta la permanencia del deseo de Eloísa, quien “no consigue arrepentirse en su naturaleza femenina”; no puede ser castrada, y el deseo carnal vivido en el amor con Abelardo en ella permanece.


¿Pues no es eso lo que te ocurre? ¿No es esa la razón por la que has mirado a un pasado, que para cualquier persona externa a tus emociones se hace absolutamente estúpido que mires? Sufriste, te hizo sufrir más que nadie, pero acá estás tú, víctima de tus recuerdos, víctima, como lo dice Georges Duby, del recuerdo de las voluptuosidades perdidas. Te hizo sentir mujer, tal como Abelardo lo hizo con Eloísa; pero también te hizo sentir nada mediante su traición, mediante su engaño ¿Tanta permanencia tiene la pasión? ¿Tanta fuerza posee, que a pesar de todo lo llorado, de todo lo que él te hizo aún lo deseas? Pasión, recuerdos, que tapan todos sus defectos, que tapan su fealdad como persona. Nada de eso importa, te hizo sentir mujer y sólo eso vale para que tú desees que ese pasado vuelva al presente y con él construir el futuro.


Perdiste muchas cosas por esa pasión que permanece; perdiste personas que estaban dispuestas hacer de ti el centro de su existencia, a tratarte como nunca nadie te había tratado, con la más hermosa de las reciprocidades, y tú misma así en algún momento lo percibiste y lo dijiste. Quizás, algún día (si es que el proceso aún no se inicia) te des cuenta que tal permanencia te jugó en contra, y lo que dejaste pasar era mil veces mucho más valioso, pues era respeto y ante todo, amor.



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